El color que cayó del espacio

En un pueblito cerca de Massachusetts, Arkham, un murmullo recorre la boca de los viejos. El “yermo asolado” y “los días extraños” se repiten en las historias a medias contadas por aquellos que más creen y que más temen al valle. Un hombre, cuyo trabajo consistiera en reconocer y documentar acerca del territorio que será inundado por un futuro embalse, ha llevado sus averiguaciones un poco lejos, y ha decidido huír, dejar su trabajo y no volver a acercarse a los valles oscuros de Arkham, no sin antes relatar aquí lo oscuro de su descubrimiento. Este relato es considerado por los aficionados a Lovecraft como una de sus obras más pulidas, sino la más, donde es posible econtrar el despliegue absoluto de su imaginario, y la percepción del terror que en tantas páginas logró transmitirnos. Lo desconocido, el oscurantismo, los páramos putrefactos que ficciona, que encontramos tan bien retratados en obras como “El terror de Dunwich”, se desprenden aquí de su argumento fáctico y nos llevan a temer la abstracción misma, los hechos que no encuentran principio ni final, sino más bien un fatídico destino, que por ningún medio puede ser desviado. Arkham resulta en un basurero del porvenir, un “yermo asolado” que nada más queda abandonar y, dentro de lo posible, olvidar.